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A veces cuando hablas para afuera, más bien estás hablando hacia adentro. Eso es lo que vimos recientemente con la toma de posiciones de EE.UU., en relación a Rusia y China.

En una reunión en Alaska, se inauguró una nueva etapa de la relación Washington/Beijing, en que los chinos querían dejar en claro a sus ciudadanos que ya se graduaron de potencia. Y Biden que es cierto eso de que “América is back”.

Una imagen pro multilateralismo, pero sin debilidad es lo que pareciera querer proyectar. Tanto que no dudó en calificar a Putin de asesino, recibiendo de éste la irónica respuesta de “el que lo dice lo es”.

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Los tres países saben que ninguna nación es ya hegemónica y que hay dos a la cabeza: EE.UU. y China.

Para enfrentar al gigante asiático Biden mira al QUAD. La alianza de 4: EE.UU., India, Japón y Australia.

Sabe que tiene muchos flancos abiertos y uno en la frontera. Su país enfrenta el mayor aumento de migrantes en dos décadas a raíz de su llegada al poder, pero sobre todo por lo dañadas que han quedado las economías de Guatemala, Honduras y el Salvador con el paso de huracanes y la pandemia.

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Para quien fue vicepresidente de un Barack Obama, al que llamaron el “deportador en jefe”, es difícil cumplir promesas en un tema que Trump tensionó en la Casa Blanca y volverá a tensionar si decide tratar de volver ahí.

Tan clave es que le ha pedido a Kamala Harris que es encargue de esta tarea. Para que como alguien dijo, “la esperanza de Biden no termine en la frontera de EE.UU.”.

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