Por Jorge Navarrete
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Yo creo que la Universidad de Santiago y Elisa Loncon cometieron un grave error al negar dar sus antecedentes académicos, entre otras cosas, porque nadie está fuera del escrutinio público, menos cuando se cumplió una función política tan relevante: la presidencia de la Convención Constitucional. Nadie está por encima y nadie está fuera de la ley, cualquiera que sea la investidura que tenga o haya tenido.

Sin embargo, la hemorragia de clasismo y de racismo que hemos visto estas semanas es francamente inaceptable. Criticarla por vestirse de acuerdo a sus tradiciones sería tan absurdo y cruel como que nos riéramos de los hombres judíos que ocupan kipá. Sería tan cruel como reírnos de mucha de la gente que vive en el sur porque ocupa manta o sombrero de huaso y no solamente para las fiestas costumbristas, no solamente para actos oficiales, sino también para hacer su vida y sus relaciones sociales.

Criticar a alguien porque recoge de alguna manera lo que le indica una tradición, espiritualidad o una religión es completamente inaceptable.

Por si fuera poco, hay algunos que además se ríen de que habla poco inglés o lo pronuncia mal, rasgo tan característico de nuestra elite que básicamente tiene que ver con el arribismo (…), cuando la mayoría de ellos ni siquiera habla de forma decente y cordial castellano.

Yo no tengo una buena opinión de Elisa Loncón, pero aunque tuviera la peor, creo que lo que ocurrió esta semana habla demasiado mal de lo tóxico que está el debate público.

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