Dejó el poder y su país hace cuatro años, pero su figura sigue siendo clave en la política de Ecuador. Así quedó demostrado este domingo en las elecciones presidenciales, en las que pese a no estar en la papeleta, Rafael Correa nuevamente fue protagonista de la jornada electoral.
Su heredero político, Andrés Arauz, tiene la primera opción de llegar al Palacio de Carondelet, abriendo la puerta a un eventual retorno de quien fuera el ideólogo de la revolución ciudadana.
Justamente lo que no quería Lenín Moreno, quien en su gobierno intentó de alguna forma borrar el legado del correísmo, a pesar de haber sido dos veces vicepresidente del ex mandatario, quien hoy está autoexiliado en Bélgica.
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Pero no es el único problema de Moreno. En sus cuatro años de gobierno, el aún presidente ecuatoriano deja como herencia una crisis económica preocupante ahondada por la pandemia y que lo llevó a solicitar un millonario rescate al Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de un estricto programa de reajuste que el país deberá aplicar en los próximos cuatro años.
El descontento de la población tuvo su punto más álgido en 2019, con un estallido social liderado por los sectores indígenas, que incluso obligó a Moreno a trasladar la capital ejecutiva por unos días a Guayaquil debido a las protestas que se tomaron Quito.
Con esa pesada mochila tendrá que cargar el próximo presidente de Ecuador, aún a la espera del nombre que competirá con Arauz en la segunda vuelta del 11 de abril.
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Por un lado, el líder indígena y ambientalista Yaku Pérez y por otro el empresario de derecha Guillermo Lasso. Ambos con posturas diametralmente distintas, pero que coinciden en que no quieren que el correísmo vuelva a la vida política del país.
Y ese va a ser quizás el principal obstáculo que tendrá Arauz en su intento por llegar al poder: la resistencia en algunos sectores de Ecuador que genera la figura del ex presidente.
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