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Cómo acelerar la mitigación del cambio climático es uno de los grandes desafíos que enfrenta el mundo desde hace décadas y que, con el paso del tiempo, cada vez se hace más urgente. En Chile, esta es una tarea aún pendiente pero que no deja de ser importante.

Para conocer más sobre la experiencia de Nueva Zelandia en este ámbito y cómo podemos aprender de ella, Paloma Ávila conversó con la neozelandesa Suzi Kerr, jefe economista en Environmental Defense Fund en Estados Unidos, y experta en modelos para poner precios a las emisiones y en el desarrollo de políticas para mercados de carbono.

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Para frenar el calentamiento global es necesario frenar la emisión total del dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases de efecto invernadero que aumentan la temperatura del planeta. Por ello, los países comprometidos con la lucha contra la crisis climática se han propuesto poner un límite a la cantidad total de las emisiones.

En este sentido, surge el sistema de comercio de emisiones, que es el que busca regular los límites a la cantidad de emisiones que los países están dispuestos a tener. Chile se ha comprometido a controlar su cantidad de emisiones como la mayoría de los países que pactaron el Acuerdo de París.

Pones un límite y luego no te preocupas de dónde vienen esas emisiones. No es como un contaminante local. Entonces, le das flexibilidad a las empresas respecto a quién baja sus emisiones, siempre y cuando en total, realmente, se reduzcan”, explica Kerr sobre el sistema comercio de emisiones.

Un ejemplo a seguir es el sistema de California, en Estados Unidos. “Tienen un objetivo para sus reducciones hacia el futuro y han transformado eso en un límite para un corto período. Ellos controlan todo el uso de combustibles fósiles dentro de California y luego entregan créditos por cosas como a la gente cuando plantan árboles y ha estado operando por muchos años”.

La clave del modelo de California es que tiene un límite y es vinculante, explica la experta, por lo que no se convierte en un “blanqueo ecológico”, sino una regulación que da resultados, porque cada empresa tiene que informar sobre sus emisiones y pagar por ellas.

“Hay un límite total y si no pagan, hay multas muy grandes y, algunas veces, puedes ir hasta prisión si tratas de hacer trampa, por ejemplo en Nueva Zelandia, si haces trampa puedes ir a prisión, pero si es un error puede que te llegue una gran multa”, asegura Kerr.

La ejecutiva de Environmental Defense Fund, en el 2012, participó en programas para que nuestro país tuviera un sistema de comercio de emisiones factible, al respecto considera que “en aquel entonces dijimos que tomaría unos 10 años para que Chile tuviera un sistema de comercio de emisiones, así que todavía les quedan un par de años, pero es más urgente ahora de lo que parecía siete años atrás. Chile tiene muchas cosas que están en su sitio, un muy buen monitoreo e informes, entonces saben de dónde vienen las emisiones; tienen las instituciones, que son inusuales dentro de Latinoamérica, con las que realmente podrían controlar estos gases”.

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Más allá de esas condiciones, Kerr cree que lo más destacado es que en nuestro país hay apoyo en el mundo político y en las personas para llevar a cabo este sistema.

Una de las cosas que he hablado aquí en Chile es cómo los países pueden trabajar juntos para hacer estos cambios más fáciles. Por ejemplo, Nueva Zelandia podría trabajar con Chile para ayudarlos a acelerar su mitigación, mientras aprendemos el uno del otro. Aprender de su experiencia en energía solar, que han trabajado mucho más que nosotros. Cooperación genuina entre países es lo que necesitamos, es urgente”, finalizó.

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