Por Daniel Matamala
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Hace dos años, la elección de Donald Trump impactó al mundo y marcó una nueva etapa en la política global.

Trump demostró que un discurso agresivo, repleto de mentiras y centrado en estimular el miedo y el odio es capaz de movilizar votantes y ganar elecciones.

Trump no ha cambiado en la Casa Blanca. Según el conteo del Washington Post, lleva 4.229 falsedades desde que llegó al poder, más de 7 por día. La política estadounidense se ha convertido en una catarata de insultos, mentiras y de confrontaciones entre enemigos más que adversarios; un proceso que tiene muchos responsables, pero del que Trump ha sido el principal promotor, y el principal beneficiado.

Han ganado terreno los grupos racistas que promueven el odio y la violencia a punta de noticias falsas.

Mientras, el futuro de la humanidad se ve amenazado por el retiro de Estados Unidos del acuerdo contra el calentamiento global, y el presente es turbulento, entre otras causas, por la guerra comercial declarada por Trump.

Ese modo de hacer política, exitoso en lo electoral pero nefasto para la democracia, ya tiene una legión de imitadores, como lo acaba de demostrar Bolsonaro en Brasil.

Ahora, los resultados de las elecciones de medio término serán su gran barómetro. Definirán si Trump queda con la vía libre para seguir su ruta hacia el autoritarismo, o si electorado estadounidense le pone freno a una deriva tan peligrosa como impredecible.

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