Por Daniel Matamala
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Publicado por CNN

Cara y sello. Derrotado, el presidente Evo Morales volvió a Bolivia desde La Haya, forzado a dar explicaciones y quejándose de un fallo injusto.

Mientras en Chile, el presidente Piñera celebraba el triunfo judicial en Antofagasta con banderas chilenas y el mar de fondo.

Esa misma Antofagasta que Morales, en declaraciones tan irresponsables como peligrosas, había dicho que era, es y será boliviana.

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El presidente Evo Morales ha quedado en una situación precaria, pero descartarlo del escenario político es prematuro.

No hay que olvidar que hace 12 años, cuando Morales llegó al poder, Bolivia tenía señales alarmantes de ser un estado fallido. Gobernada históricamente por una pequeña élite racial y social, la institucionalidad no era legítima para una enorme proporción de población indígena.

Las provincias orientales amenazaban con sececionar. Los gobiernos caían uno a uno en medio de revueltas y renuncias; recordemos que sólo al presidente Lagos le tocó enfrentar a 6 presidentes bolivianos.

Morales logró refundar un estado legitimado y dar un período de estabilidad y crecimiento económico sin precedentes. Incluso –no hay que olvidarlo- impulsó el acercamiento con Chile.

Su gran error fue no retirarse a tiempo. Se empecinó en un autoritarismo cada vez más personalista, llamó a un referéndum para poder reelegirse por cuarta vez, y cuando lo perdió, manipuló las instituciones para ignorar su propia Constitución.

Mientras, usaba a La Haya como su gran carta. Es de esperar que la debilidad de Evo no devuelva a Bolivia a esa espiral de crisis constantes que sólo traba su desarrollo, y vuelve a Chile el eterno chivo expiatorio de sus problemas.

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