Por Mónica Rincón
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Mientras sigue la tensión en la Cámara de Diputados, en el Senado es Jaime Quintana, famoso por su retroexcavadora, quien asumirá la presidencia de la Cámara Alta.

Ha dicho que comenzará con una clase de educación cívica, lo cual parece una buena señal, pero Quintana tiene mucho, mucho trabajo que hacer si quiere impulsar reformas que mejoren la -con razón- alicaída imagen de la Cámara Alta.

Más de algo podrá contarle quien deja el cargo, Carlos Montes, que enfrentó la resistencia de sus pares ante varias medidas de transparencia como hacer públicos los informes de los asesores que pagamos todos los chilenos y que fueron requeridos por la Fiscalía. Cosa rarísima, porque cuando se trata de endurecer normas para otros, ahí el lema de muchos es “quien nada hace nada teme”.

Para lo que el senador Quintana podría desenterrar su retroexcavadora es para terminar con ese tipo de malas prácticas y otras como que si faltan a su trabajo, a diferencia de los diputados, a los senadores no se les descuenta nada, o en la opacidad y poca fiscalización que existe respecto de las asignaciones.

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Además, podrían dar señales de austeridad, dado que el Parlamento se financia con dinero público. Para eso es útil mirar países que tanto les gusta poner de ejemplo para otras materias.

Suecia, observar el Parlamento sueco. Donde sólo la mesa directiva tiene auto y para uso institucional, donde junto con un código de ética, les entregan una especie de BIP para transporte público, donde el viático es como de 7 mil pesos y su sueldo de 3 millones de pesos.

Movernos hacia allá ayudaría a lo que intentan los suecos, que las autoridades tengan más contacto con la realidad y con la vida de los ciudadanos a los que representan. Porque suponen que como ya es un honor influir en la marcha el país, hay que ejercer el cargo con los menores privilegios posibles.

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