Por Mónica Rincón
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¿Qué busca un examen de admisión a la educación superior? Ser un buen predictor del rendimiento académico. Si la PSU contiene sesgo de género, hay un problema porque nada dice que las mujeres sean peores estudiantes que los hombres. Si la PSU agudiza la brecha entre alumnos de diferentes colegios, hay otra injusticia a la ya evidente que es tener peor educación.

Pero no se resume en tres letras el problema de fondo. La desigualdad entre establecimientos públicos y privados que profundiza es una que se genera desde la cuna: desde la comida que reciben, entornos donde es más difícil estudiar, capital cultural de los padres, posibilidad de apoyo pedagógico, acceso a libros y un largo etcétera. Quien lo tiene cuesta arriba, tendrá que esforzarse mucho más. Y sin resultados garantizados porque muchas veces la falta de redes lo perjudicará.

Entonces, lo mínimo es que exista una educación básica y media que prepare en igualdad de condiciones. Son reformas que rentan poco políticamente porque nadie cortará en su mandato esas cintas, pero son reformas imperativas si no queremos seguirnos engañando con que lo que conseguimos en la vida es fruto sólo de nuestro esfuerzo.

Mientras, hay forma de reparar en parte los efectos de esa mala educación: crear otro sistema de acceso o los programas de nivelación que algunas universidades y CFT sí han implementado. Eso toma tiempo y hoy los estudiantes tenían derecho a rendir la PSU y con tranquilidad.

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Como dijo Oscar Contardo, para que lo de hoy fuera boicot contra el examen, hubiera requerido de la voluntariedad, de que estudiantes decidieran no darlo y no de que algunos impidan su rendición: eso es pasar por encima de otros. Porque el medio y el fin deben ser válidos y aquí los afectados no son quienes no han escuchado la necesidad de cambios, sino jóvenes estudiantes.

Lo clave es que la promesa que Ricardo Lagos hiciera hace ya 20 años -“ningún joven con talento se quedará fuera de la educación superior por falta de recursos”- y que varios reiteraron, aún no se cumple. Unos no tienen puntaje para ingresar, otros dinero para pagar la universidad que sí los aceptó y otros viven con una deuda impagable.

Hoy en Chile hay muchos jóvenes talentosos pateando piedras y eso tiene que terminar.

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