Por Mónica Rincón
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No es el momento de gustitos personales. Cuando hay crisis, los chilenos nos hemos caracterizado por ser capaces de enfrentarlas juntos. Pero esta crisis es de otras características: no es un terremoto, no una fractura geológica: es una fractura social. El problema, además, es que muchas veces ese enfrentar “juntos” un momento duro no incluyó a todos.

A los que tienen menos, les implicó dejar de lado sus justos anhelos en pos de preservar la tranquilidad frente a boinazos o a las vacas flacas y en las vacas gordas también.

Hoy es tiempo de que nuestros dirigentes trabajen con urgencia y generosidad pensando justamente en esos chilenos que quieren participar, sumándolos a un esfuerzo por encontrar salidas a esta crisis en lo institucional y a la vez en lo social.

Porque la tardanza juega en contra de la democracia y los acuerdos transformadores y a favor de la violencia.

No es el tiempo de sacar ventajas chicas. Quienes se aferran al status quo no ven que no van a poder sostener el Chile de antes del 18 de octubre.

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Quienes están en la oposición debieran asumir que no se trata de ellos y sus adversarios, se trata del país.

Algunos han recordado el caso del MOP Gate, cuando muchos pusieron en duda si Ricardo Lagos podría terminar su gobierno. Mal ejemplo.

Mal ejemplo porque ahora la crisis es mucho más profunda y mal ejemplo porque la solución pactada entre la clase dirigente, es el opuesto a lo que necesitamos hoy: decidieron salvar la estabilidad política, reformas al Estado, pero también que el SII tendría que acatar que los sobresueldos que recibían en efectivo los ministros no eran tributables. O sea cambios, pero sin sanción de los responsables. Como años después, con el financiamiento ilegal de la política.

Hoy no puede ganar la violencia: con ella quienes menos tienen son los más golpeados. Y todos debemos entender que orden público y derechos humanos no se oponen.

En este momento histórico, necesitamos de líderes y no sólo los que siempre han estado más visibles. Necesitamos acuerdos transformadores de corto y de mediano plazo pero con los ciudadanos. Porque ya no hay más tiempo.

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