“Terrible Jornada”. Así titularon ayer los periodistas del diario El Líder de San Antonio. Una edición que tuvieron el coraje de sacar a pesar de que una turba quemó la casa donde trabajaban. Una demostración de esa violencia irracional que le hace un flaco favor al movimiento social y cuya condena debe ser categórica.
Hay hechos que afectan la productividad de un país, otros impiden el desarrollo normal de la vida de los ciudadanos y en el caso del atentado a este diario hablamos también de un ataque contra la libertad de expresión y de información.
Preocupa escuchar o leer algunas opiniones sosteniendo que no es tan grave lo ocurrido porque le sucedió a un diario que es parte de la cadena regional de El Mercurio. Decir eso no es aceptable en una democracia.
Una cosa es reconocer el derecho de todo ciudadano a discrepar con la línea editorial de un medio, como este, por ejemplo, y otra muy distinta es que eso les dé derecho a tratar de acallarla con fuego o a través de otro tipo de herramientas.
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La libertad de expresión es un valor basal de toda democracia y se fragiliza, es cierto, cuando se cierra un medio, cuando no recogemos todas las voces, cuando hay concentración, pero también y, sobre todo, cuando algunos, desde diferentes trincheras, están dispuestos a respetar dicha libertad de expresión sólo cuando los afectados son afines o supuestos ángeles impolutos.
Cada uno de los colegas de El Líder merecen el apoyo cerrado de todos para seguir informando.
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