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“Mis vacaciones y las de mi señora se costearon con fondos fiscales”. Así de claro fue en parte de su declaración ante la magistrada Romy Rutherford el ex comandante en Jefe del Ejército, Humberto Oviedo.

Y no fueron ni pocas ni económicas las vacaciones. Punta Cana antes de ser agregado militar en Washington; Tulum, México, todo incluido, antes de dejar el cargo. Otro ejemplo: ya como comandante en jefe, cuatro noches en un hotel 5 estrellas París, en en los Campos Elíseos, antes de su visita a Israel. Todos viajes con su señora y con cargo al vuelto de lo entregaba el Ejército. O sea dinero de todos los chilenos.

Luego vienen la excusas: que nadie lo objetó, que era el sistema existente, que se trataba de una especie de canje, que todos lo hacían, que ni Contraloría del Ejército, ni Pasajes y Fletes, ni el Comando de Personal dijo nada, y un largo etcétera. Pero desde 1999, de manera tajante, para que no quedaran dudas, la Ley de Probidad prohíbe “utilizar recursos del organismo en beneficio propio o para fines ajenos a los institucionales”.

Y al fondo de todo está la acusación judicial que ha ido construyendo la ministra Rutherford de malversación de fondos públicos y que no tiene nada que ver (aunque no se puede descartar como otro potencial delito) con el enriquecimiento ilícito, sino con usar los dineros de todos los chilenos para otro fin del que estaban destinados.

En el caso de una de las aristas de Oviedo cuando hablamos de gastos reservados, sólo podían emplearse en seguridad nacional y en la de viajes si era dinero del presupuesto regular del Ejército para comisiones de servicio en el extranjero. Eso es muy diferente de viajes de placer.

Cierto que no hay sentencia a firme. Pero más al fondo todavía, está la suposición bastante fundada de que se trataba de una cultura que no comenzó ni con el procesado Oviedo, ni con su antecesor Fuente-Alba, de usar los gatos reservados como gastos de representación.

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Explicaciones más, explicaciones menos. La frase del propio ex comandante en Jefe del Ejército es prístina, inequívoca y lapidaria: “Mis vacaciones y las de mi señora se costearon con fondos fiscales”.

Como dicen los abogados “no más preguntas, señor juez”.

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