Por Daniel Matamala
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Indefendible. No hay argumento para justificar la presencia de los hijos del presidente, Cristóbal y Sebastián Piñera, en reuniones de negocios durante la gira oficial a China. Menos los que ha ensayado la Moneda, al salir la ministra vocera de Gobierno, Ceceilia Pérez, a decir que “todos los gobernantes, desde la vuelta a la democracia, han podido ir con sus familias a las distintas giras que se hacen a nivel presidencial”.

Los Piñera Morel no son niños que deban acompañar a sus padres en reuniones oficiales. Son empresarios adultos, sin ningún mérito propio para estar allí, a diferencia de tantos emprendedores que jamás tendrán una oportunidad como esta, simplemente porque no tienen ese apellido.

El presidente tropieza así, de nuevo, con la piedra del nepotismo, tal como cuando intentó nombrar a su hermano embajador en Argentina, confundiendo familia con Estado; asuntos privados y asuntos públicos.

Por eso las críticas han sido transversales. Incluso de Sebastián Dávalos, quien dijo lo siguiente a La Tercera PM: “Me llama la atención la hipocresía, la falta de ética y lo inmoral”.

Dávalos perdió una buena oportunidad para quedarse en silencio. Porque si hay alguien en Chile que no puede criticar el nepotismo, es él. Él, que se benefició de una manera totalmente ilegítima del beneficio de ser “hijo de..”. Primero, al buscar hacer negocios con Asia, aprovechando que tenía un rol -inexplicable dadas sus pobres credenciales académicas- en la Dirección Económica de la Cancillería. Y luego, como sabemos, gestionó un crédito millonario con Andrónico Luksic mientras su madre ganaba las elecciones presidenciales, tras lo cual asumió -de nuevo, sin más credenciales que su parentesco- en un alto cargo en La Moneda.

La explicación entonces fue que Dávalos no recibiría sueldo. Ahora, es que los Piñera Morel se pagan su viaje. Explicaciones absurdas, porque de lo que se trata aquí es del acceso privilegiado a esferas de poder que valen mucho más que un salario o unos pasajes aéreos.

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