Por Daniel Matamala
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Bastó un titular sobre el nuevo currículum de tercero y cuarto medio para que de inmediato se desatara la indignación, centrada en un punto: la supuesta eliminación del ramo de Historia, como se dijo en redes sociales. Historia se convirtió en el principal trending topic y muchos acusaron oscuras conspiraciones para sumir en la ignorancia a nuestros jóvenes.

No es muy distinto a la batahola que en su momento generó la propuesta de eliminar la filosofía del plan común en 2016, o antes, que educación cívica no fuera una asignatura independiente.

Pocos se dieron el tiempo de revisar el nuevo currículum o de entender que los contenidos de historia no van a desaparecer por arte de magia.

Es un problema porque, en abstracto, todos estamos de acuerdo con que la educación debe centrarse más en aprender a razonar y menos en memorizar largas listas de conocimientos que pronto pueden quedar obsoletos. En que el actual currículum es poco realista, con demasiados ramos y demasiados contenidos obligatorios que en muchos colegios no se pasan o se ven sólo por cumplir.

Pero cuando se intenta llevar eso a la práctica, con un currículum de sólo seis asignaturas obligatorias centradas en incentivar la reflexión y la lógica, el escándalo es inmediato.

No digo que excluir Historia de las seis asignaturas sea necesariamente una buena idea; eso, como todo este plan, es por supuesto debatible. Pero es una discusión que requiere menos tuits indignados y más reflexión.

Tal vez esta ola de reacciones altisonantes sea la mejor prueba de que nos falta aprender a reflexionar más y mejor, ojalá desde el colegio.

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