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Para Osorno fueron en 2015 sus palabras más duras…

A Osorno entonces, el Papa ha decidido enviar a sus más cercanos, el arzobispo Scicluna y el sacerdote Bertomeu. A escucharlos, como dice la carta, y por qué no, a pedirles perdón.

¿Qué duda cabe que el Papa vio su error y ha puesto todos sus esfuerzos en enmendar? Mandó a su mejor hombre a recoger información, recibió un documento de 2 mil 300 páginas que le mostró que en Chile existe una cultura del abuso…tal como decía el propio Bertomeu en Roma, nunca habían conocido de una situación como la chilena, en la que no sólo había abusos sexuales, sino una enraizada red de abuso de conciencia y de poder.

El proceso siguió entonces escuchando en su propia casa a las víctimas, antes desacreditadas. Los recibió y les pidió perdón. Este fin de semana recibirá también en Santa Marta a un grupo de sacerdotes abusados, con los que compartirá y celebrará incluso la eucaristía. Lo que no hizo con los obispos chilenos, a quienes personalmente y como se dice popularmente, les leyó la cartilla…

El paso que vemos venir ahora con Scicluna y Bertomeu, es reparar a la diócesis de Osorno. Siguiendo el mismo ejemplo anterior: escuchándolos y pidéndoles perdón.

Sólo así el Papa podrá cerrar esta parte del proceso, que para los católicos se llama reconciliación.

Y como esta historia no es la de un gerente con sus ejecutivos, sino la del Papa con sus obispos, en este mismo esquema litúrgico, debiera venir la acción: La aceptación o rechazo de las cartas de renuncia y las modificaciones necesarias para la sanación de una iglesia cruzada por esta cultura del abuso que pretende desterrar.

Con esta decisión, el Papa cierra un círculo para empezar otro. Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, sus ojos y oídos en Chile, parecen traer las llaves.

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