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El crimen indigna. Un carabinero que estaba en la calle para protegernos fue asesinado. Imposible no condenar lo sucedido y querer que nunca más ocurra. Imposible no pensar cómo es posible que un menor de edad esté supuestamente detrás de esta muerte.

Pero la tentación es buscar soluciones a partir de un hecho y de la conmoción que éste genera. Mano dura se escucha de inmediato por genuina molestia pero también porque políticamente rinde.

Decir esto, no es para ganarse un concurso de popularidad. Pero aunque la reforma del Código Penal sí es urgente, subir las penas no soluciona el problema de fondo.

El problema, creemos, la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente, aunque es un avance, ha fracasado tal como se advirtió al momento de anunciarse su implementación por quienes fueron parte de la comisión ad hoc.

Una de las ideas de varios expertos y del gobierno es que la reincidencia entre los 14 y los 18 años sí sea considerada una agravante, pero en los sistemas penales juveniles esto no es así. Y en Chile se la ha interpretado como contraria a la convención de derecho del niño.

Parece más razonable apuntar a cortar tempranamente la carrera delictual en la que ya desde niños muchos se embarcan o son embarcados.

Eso hace aún más urgente no la reforma al Sename pero no sólo para los menores que no han quebrado la ley son tb para los infractores.

Hoy sabemos que la mitad de quienes delinquen hoy, pasaron por el Servicio Nacional de Menores.

Sin un sistema que los rehabilite, que los devuelva a una sala de clases y no a las calles, la batalla contra la delincuencia seguirá estando perdida por más duras que sean las penas.

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