Por Patricio Pérez
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Lejos de su país, de su familia, inspirado y más unido a un instrumento del que rehuyó por varios años, la guitarra acústica. Así lo encontró a Jorge González el 2010, iniciando la década intensa, repleta de nuevos proyectos y que lo tuvo en el ojo público, ya consolidado como una figura importante de la música latinoamericana. Esta vez, con toda autoridad, con su nombre y apellido.

En medio del quiebre de su matrimonio con Loreto Otero, su pareja desde fines de los ’90, un grupo de amigos músicos lo motivaron a salir de su nuevo lugar de residencia (Berlín, Alemania) para interpretar de principio a fin un clásico que cumplía 25 años: el debut de Los PrisionerosLa voz de los 80.

Fue el regreso en grande de González, en el marco de un festival que unió a artistas chilenos y argentinos (El Abrazo, diciembre de 2010). El cambio de aire le sentó bien: con voz firme dio nuevas energías a hits como Paramar, Brigada de Negro y Sexo, y no se limitó a manifestar lo que pensaba del gobierno de Sebastián Piñera en medio de No Necesitamos Banderas.

Era el comienzo de una nueva etapa. Junto a Pedropiedra, Jorge de la Selva y Gonzalo Yañez, volvió a los escenarios Jorge reconoció el legado de su banda madre y sus discos solistas de los ’90 con toda propiedad, recorriendo con éxito escenarios de todo Chile y otros países como Perú y Colombia. Su entusiasmo no solo quedaba demostrado en la extensión de los shows, sino también en los chistes y citas a Peter Capusotto y El Bananero que realizaba entre cada canción, además de covers de gente como George Michael, Bee Gees y Chris Isaak.

En paralelo, su figura fue reconocida también por una nueva generación de artistas quienes lo señalaron como una influencia crucial como Gepe, Javiera Mena, Alex Anwandter, Dënver, Ana Tijoux y Manuel García. Muchos de ellos destacaron el disco Corazones como un pilar fundamental del pop nacional.

El buen momento de Jorge González quedó estampado en Libro, su primer disco solista oficial en más de una década, donde demostró su madurez compositiva en canciones de alta carga emotiva (Es muy tarde, Hijo amado), además de una exploración hacia otros estilos como el gospel y el soul.

De estas canciones, dos singles (Nunca te haría daño y Es muy tarde) lograron colarse en la programación en las radios nacionales, las que siempre fueron reticentes al material solista del ex Prisionero. A la vez, los nuevos temas también fueron bien apreciados por sus seguidores, quienes corearon los singles de Libro tanto como sus viejas postales.

Las presentaciones en los festivales de Viña (2013) y Antofagasta (2014) demostraron la consolidación de una carrera solista que, al fin, pudo desarrollarse en forma y fondo.

Además de las giras, González tuvo tiempo para dar forma a un nuevo proyecto con canciones inglés, donde se autobautizó como Leonino, con la edición de Naked Tunes, y revivió Corazones en vivo en dos presentaciones únicas en el Festival Primavera Fauna y el Teatro Municipal de Santiago.

Con un nuevo disco listo para ver la luz (Trenes), Jorge regresó a Chile para cumplir con una ambiciosa gira en el verano de 2015. Sería la oportunidad para recorrer más ciudades junto a su banda de amigos. Sin embargo, algo parecía no andar bien desde la primera fecha, el 28 de enero en la comuna de Santa Juana.

Visiblemente cansado y la mirada perdida, parecía que Jorge había perdido el entusiasmo. Las cosas no mejoraron en su siguiente presentación, en Coquimbo, donde entre estornudos y algunas descoordinaciones logró terminar su show. El problema se agudizó pocos días después, cuando se mostró frustrado por no lograr completar Amiga mía junto a su teclado en Pichidegua. “Estoy haciendo el loco mal. Perdón, buenas noches, pero no puedo”, dijo antes de despedirse repentinamente.

Tras una difícil presentación en Nacimiento, Jorge fue llevado hasta la Clínica Universitaria de Concepción, donde se le informó que sufrió un infarto isquémico cerebeloso, lo que provocó los problemas motrices y de habla que se habían evidenciado en los conciertos. Poco después, ya en Santiago, estudios arrojaron que había sufrido una serie de infartos desde al menos 7 meses.

Su estado de salud decayó con el paso de los meses, mostrando leves mejoras cada cierto tiempo. En medio de todo el proceso, se anunció el lanzamiento de Trenes, disco que ya estaba listo desde fines del 2014 y que finalmente se publicó a fines del 2015, consiguiendo una buena acogida entre sus seguidores y los medios.

A pesar de sus dificultades para caminar y hablar, con el paso de los meses González aseguró tener ganar de volver a cantar. Continuó con las intensas sesiones de rehabilitación como ejercicios kiniesiológicos y de motricidad, mientras su entorno cercano trabajó en el plan de su regreso: un concierto homenaje en el Movistar Arena, bautizado como una de sus canciones recientes (Nada es para siempre) y con una serie de invitados como Álvaro Henriquez, Beto Cuevas, Javiera Mena, Juanita Parra, Florcita Motuda, Gepe y hasta los personajes de 31 Minutos.

Fue una noche inolvidable, donde el propio músico aprovechó para mostrar por primera vez los temas de Trenes en vivo, sino que también fue escenario para un momento especial: el reencuentro de Jorge con el ex baterista de Los Prisioneros, Miguel Tapia, al son del mítico El baile de los que sobran.

Habituándose a sus nuevas rutinas de vida, Jorge González se redescubrió a sí mismo con una serie de lanzamientos realizados junto a su hermano Marco bajo el sello propio Avenida La Novena: un disco triple de demos inéditos, un álbum de electrónica experimental (Manchitas), un libro de memorias (Héroe) y otro libro de cuentos inspirados en gatos, con fecha de lanzamiento para el 2020.

Ante el estrés que significan las presentaciones en directo, anunció que se retiraba de los escenarios, realizando un último y emotivo show en La Cumbre del Rock Chileno, en enero de 2018.

Con ánimo y mejoras en su salud, tras un tratamiento de seis meses en Quillota, el músico se mostró contento y en paz con su nueva vida en entrevista con CHV Noticias. “Me gusta levantarme, tomar mate, no hacer nada. Es lindo, estoy como jubilado“, confesó.

El autor de una de las canciones más cantadas tras el estallido social aseguró estar sorprendido por el momento en que se vive en Chile.

“Me siento muy orgulloso de que sin partidos políticos la gente se haya parado. Es muy bonito que la gente converse ahora y se mire. Salga a la calle. Es un milagro. Yo creo que la revolución ya llegó y que no hay marcha atrás, aunque quieran los políticos”, comentó con la misma acidez de siempre.

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