Por Bruno Delgado

Ha dedicado su carrera al debate público, pero esta es su primera elección. Sinceró que la campaña fue tan desgastante como satisfactoria. También destacó que, de ser electo constituyente en los comicios de este sábado 15 y domingo 16, no le gustaría ser el presidente de la Convención Constitucional, pero tiene a alguien mente. Y que, por sobre todo, buscaría entablar diálogo que asegure las libertades personales y sociales.

Hablamos de Cristóbal Bellolio, abogado y profesor de Teoría Política en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, quien es candidato por el distrito 11 (Peñalolén, La Reina, Vitacura, Lo Barnechea y Las Condes) con la Lista del Apruebo, como independiente con cupo de Ciudadanos.

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Entre los principales puntos de las propuestas del académico de 41 años que se define como liberal igualitario destacan la libertad personal, la libertad como capacidad, la igualdad de trato, justicia intergeneracional, desconcentración y descentralización del poder, leyes y políticas públicas basadas en la evidencia, entre otras.

En conversación con CNN Chile, el autor de Liberalismo: una cartografía (2020) y Pinochet, Lagos y nosotros (2015), entre otros, comentó cuál es el rol que deben jugar las ideas liberales en la nueva Constitución y cómo se defienden algunos principios básicos y que la sociedad ya da por hecho. “Parece tan obvio que no tenemos a nadie hablando de la libertad de expresión, esas libertades hay que defenderlas también“, aseguró.

—¿Cómo se deben garantizar estas claves en la nueva Constitución?
—La Constitución tiene que establecer principios y orientaciones, normas que mandaten al legislador y la política pública. Si quiero justicia intergeneracional, es decir que se incorpore la variante futuro en las decisiones presentes, habrá que buscar la institucionalidad para que en materia medioambiental y previsional, por ejemplo, tengamos la capacidad de estar siempre con un ojo puesto en las nuevas generaciones. En muchos temas estoy abierto a dialogar la encarnación institucional exacta, porque hay diferentes formas. Por ejemplo, sobre la desconcentración del poder, ¿cómo se encarna este anhelo de que las decisiones se tomen lo más cerca de las personas a las que afecta? ¿Un sistema federal, regional o cuál será la forma que tomará? Estoy abierto a conversarlo.

—¿Qué rol deben jugar las ideas liberales en la nueva Constitución?
—Hago hincapié en las libertades personales porque estamos asumiendo como obvio que todas las libertades de la tradición liberal están aseguradas. La libertad de desplazamiento, de asociación, de culto, de expresión o de emprendimiento tienen que asegurarse. ¿Cómo las entiendo yo? Como garantías de no interferencia por parte del poder político. Tengo derecho a moverme dentro del territorio sin que el Estado establezca más restricciones de las que son necesarias. Y cuando hablo de libertad como capacidad, me refiero a lo que muchos hablan de derechos sociales: que las personas puedan desarrollar el proyecto de vida que quieren, no sólo el que les tocó.

—¿Cuál debe ser el rol del Estado en la entrega de garantías para los derechos sociales?
—Es un garante de acceso a un estándar que nosotros consideremos central para asegurar dignidad. Entiendo los derechos sociales como una garantía de acceso a un cierto estándar que varía en el tiempo. Sería absurdo que nosotros precisáramos eso en la Constitución. ¿Cuál es el estándar que asegura educación digna y de calidad? Va a depender del tiempo. Algunos dirán que la autonomía, otros que las personas se miren como iguales en el espacio público y otros, la capacidad de ejercer la ciudadanía. Lo importante es que el Estado sea garante de que, independiente de la renta, todos tengan asegurado su acceso a ese estándar.

—¿Con qué idea o declaración te gustaría que partiera la Carta Magna?
—En una sociedad pluralista donde las personas tienen distintas ideas sobre qué es la vida buena, me parece importante que el Estado asegure a todas las personas el derecho a desarrollar su propia personalidad. Eso tiene que ver con los dos temas de la libertad. Que puedas llevar adelante tu proyecto de vida en común con otros tiene que ver tanto con la no interferencia, pero también con la capacidad que tienes realmente de llevar el proyecto de vida, no sólo lidiar con las contingencias arbitrarias del destino por el lugar en el que te tocó nacer.

—Las ideas liberales no suelen aparecer en pancartas en manifestaciones, ¿cómo encajan en este proceso?
—Eso es relativo, mucha gente da por descontado el derecho a libertades básicas, el derecho a reunión, a la disidencia política, y son derechos liberales fundamentales. Utilizamos esos derechos y libertades para exigir otras cosas. El tipo de liberalismo que a mí me representa es el liberalismo igualitario, por tanto, para mí, si la distribución del ingreso no es win-win, no es legítima. Eso tiene que ver mucho con la percepción de la gente de que los beneficios del progreso han sido secuestrados por un grupo y no han sido compartidos. El liberalismo igualitario al que adscribo es enteramente compatible con parte de las demandas sociales del último tiempo.

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—En The Mandalorian acuñaron la frase “this is the way”, ¿las ideas liberales son el camino para este proceso?
—Hay dos maneras de entender qué es ser liberal en la Convención. Una tiene que ver con “yo voy a trabajar para que las ideas de este pensamiento filosófico y político estén en la Constitución, como el Estado laico, un tipo de retribución del ingreso y las libertades personales”. Pero resulta que en una sociedad pluralista no somos puros liberales igualitarios, por lo tanto, tengo que buscar acuerdos con los conservadores a la derecha y con los socialistas a la izquierda. Hay distintas miradas respecto de los problemas públicos y como liberal político espero encontrar un mínimo común denominador. Incluso estoy dispuesto a que algunas cosas en las que creo no estén, en la medida que eso logre llegar a acuerdos con tradiciones de pensamiento distintas.

—¿Cómo se mide el éxito del proceso?
El éxito de este proyecto constituyente no se mide si la Constitución es más o menos liberal, tampoco si es más o menos socialista o conservadora. Se mide si es legítima y eso tiene que ver con que todos sintamos que nuestras huellas están impresas en el proceso y resultado. Lo más importante es que cuando suene el pitazo final, me pueda acercar al círculo central, mire a los ojos a mi adversario, poder darle la mano y decirle “buen partido”. Si logramos eso, Chile al día siguiente va a ser mejor, porque va a tener las bases para un acuerdo para reconstruir la convivencia política, entendiendo que la institucionalidad es de todos y todas. Eso es mas crucial que una agenda liberal impecable. No llego con un borrador y decir “es esto o nada”, esa me aparece una actitud incorrecta.

—¿Cuáles son las ideas que estás dispuesto a defender con más fuerza? 
—Además de las libertades mencionadas, en materia de salud, un seguro único y universal en el que todos coticen de acuerdo a su capacidad y reciban prestaciones de servicio de acuerdo a su necesidad, no a su renta. Una propuesta que se empalma bastante con lo que la izquierda entiende por derechos sociales. También una propuesta de régimen de gobierno que empalma con lo que se entiende por parlamentarismo. Un estado laico que asegure el derecho a todas las personas a profesar su religiosidad y trate con igualdad a todas las denominaciones religiosas, sea imparcial y trate con el mismo respeto a los creyentes y no creyentes es crucial. Ese es mi punto de partida y trataré de persuadir a mis colegas, si llegamos.

—¿Te consideras un evangelizador de las ideas liberales? Javiera Parada dijo que influiste en ella.
—Me considero un cartógrafo político, trato de sacar la foto a la tradición ideológica, filosófica y doctrinaria a la cual pertenece la gente, dependiendo de las posiciones que sugiere, porque todas las visiones son híbridas, las etiquetas son simplificaciones. Por el nombre controversial asociado al neoliberalismo, mucha gente no se da cuenta que en su estructura discursiva es profundamente liberal. Me ha pasado con muchos dirigentes del Frente Amplio. El liberalismo como doctrina política ha permeado transversalmente en la cultura política chilena. No me considero un evangelizador, porque significa que tendría que tener una verdad revelada y me parece que un verdadero liberal siempre tiene que estar abierto a la posibilidad de estar equivocado.

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—¿Por qué decidiste participar de este proceso?
—No quería tirar el poto para las moras. Si alguien había estado constantemente participando de esta discusión, era cobarde decir “no, vayan a buscar a otro, yo no me quiero someter a este estrés”. En este caso, a diferencia de otros aspectos de mi vida, primó un sentido de responsabilidad y deber. No creo tener dedos para el piano en todo, pero en este caso sí, porque he dedicado toda mi carrera profesional a pensar cuál es la mejor forma de organizar nuestra vida en común.

—¿Cómo fue tu primera campaña?
—Desde el punto de vista emocional, super intenso. En un minuto alguien te dice “¡vamos Bellolio!” y te sientes lo máximo, pero al día siguiente nadie te mira y ahí bajas a las mazmorras del autoestima, y es desgastante. Una de las cosas más lindas de la campaña ha sido que se nos aceraron cerca de 150 voluntarios y que somos una de las campañas que más aportes chicos ha recibido. Eso me emociona mucho y yo lloro hasta con los comerciales de mantequilla, o sea, imagínate. Ha sido super emocionante y no me hubiera gustado perdérmelo. Mirando para atrás, podemos decir que hicimos una súper buena campaña. Pase lo que pase, dimos todo lo que teníamos.

—¿Qué resultado te dejaría dormir tranquilo tras las elecciones?
—Nos interesa estar en la Convención, pero si por alguna razón nuestra Lista del Apruebo obtiene un cupo y nosotros no somos los que vamos a representar esas ideas, sino que un compañero de lista, tengo la convicción que cualquiera hará un excelente trabajo. A nadie le gusta perder, pero si pierdo, vuelvo a mis libros, tendré cuatro horas de depresión escuchando The Cure en una pieza oscura y al día siguiente vuelvo a mis labores académicas y colaboraré donde se requiera. Si gano, me entregaré, como dice Piñera, “en cuerpo y alma” al debate constituyente, tratando de hacerlo lo más participativo posible porque es un proyecto colectivo.

—¿Te gustaría presidir la Convención Constitucional?
—No, hay personas que tiene más trayectoria y respeto transversal. Me gustaría que fuera Agustín Squella. Me gustaría que la figura que la presidiera tuviera el respeto intelectual y personal de la mayor cantidad de los constituyentes y que sientan que el presidente juega para todos.

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