Por Mónica Rincón
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Publicado por CNN

“Los que hacen la historia, los que inspiran los grandes cambios son los idealistas. Es importante cuando uno es joven luchar por lo que puede parecer imposible. Yo soy un Quijote”.

Así dijo Andrés Aylwin y tuvo razón. Fue un Quijote que no luchó contra molinos de vientos sino contra la dictadura. Su Dulcinea se llamaba Mónica Chiorrini y tuvo muchos Sancho Panza que lo acompañaron. Siempre destacaba que él era uno más.

Los perros ladraron, como señal de que él seguía avanzando a punta de recursos de amparo rechazados. Siempre del lado correcto de la historia, siempre como el abogado que defendía a los más débiles: los perseguidos ayer y los pobres hoy.

A los 93 años partió quien siendo opositor a la UP formó parte de los 13 DC que condenaron en una declaración el Golpe de Estado. Diputado y verdadero servidor público.

Hoy recibe un unánime homenaje. En dictadura relegado y 3 veces detenido brevemente, para atemorizarlo cuando contaba lloró. Tras reclamar a la OEA por las violaciones a los DDHH, lo llamaron cobarde y vende patria.

Él contestó: “Servimos la Patria profunda, esa Patria que nunca tortura a sus hijos, que nunca mata a sus hijos. Los que se levantan contra la dictadura no son antipatriotas sino personas que defienden esa Patria profunda, que no es muerte sino vida”.

Hoy, cuando muchos acomodan o transan la defensa de los DD.HH., ahí está Andrés Aylwin, el Quijote de carne y hueso… hasta hoy.

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