{"multiple":false,"video":[]}

El debate radial de esta mañana entre los candidatos de Chile Vamos estuvo marcado por una denuncia contra Manuel José Ossandón.

La periodista Pilar Molina dijo que un empresario le había asegurado haber emitido facturas para la municipalidad de Pirque que en verdad habrían encubierto un pago a la hermana del entonces alcalde.

Ante la petición de Ossandón de que revelara la identidad del denunciante, Molina le dijo que se lo diría a él terminado el foro. Luego el empresario Juan José Gana se identificó como la fuente. Dijo que un amigo en común que tenían con el entonces alcalde le pidió emitir las boletas.

Y eso es todo. No se ha presentado ninguna evidencia material del supuesto pedido de Ossandón, del supuesto pago, ni de las supuestas boletas. Ni siquiera se precisó la fecha del hecho, que habría ocurrido antes de 2000, ni el destino de los fondos. Por ahora, más que un testimonio genérico, no hay nada que sustente con un mínimo de seriedad la acusación contra Ossandón.

Las campañas están llenas de trascendidos, de rumores y de denuncias. Estas pueden hacerse de buena o mala manera. Lo que es evidente es que un problema de probidad sería devastador para la campaña de Ossandón, que se ha basado en mostrar manos limpias ante la corrupción.

Y lo relevante no es tanto la intención del denunciante, sino la demostración. ¿Hay pruebas de que una denuncia sea verdadera? ¿Cuál es la evidencia que la respalda? ¿Dónde están los  los testigos, los documentos, la investigación en profundidad que permite separar una simple denuncia de un hecho comprobado y verificado?

Ese es precisamente un rol que debe cumplir el periodismo serio. Separar aguas entre los rumores y los hechos; entre el “me dijeron que” y la información verificada.

Un rol que es más indispensable que nunca en la era de las redes sociales y la posverdad, y sobre todo en época de campañas electorales. 

Tags:

Deja tu comentario