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A más de 30 años de la histórica Copa Libertadores de 1991, el recuerdo de Mirko Jozić sigue siendo un pilar fundamental en la identidad de Colo Colo. El técnico croata no solo guió al club a la cima del continente, sino que marcó con su legado una era de trabajo, humildad y sueños.
A miles de kilómetros de distancia, desde la pequeña ciudad de Trilj, en la antigua Yugoslavia, partió un hombre que cambiaría para siempre la historia de Colo Colo. Su nombre: Mirko Jozić. Y aunque su acento jamás fue chileno, su huella se volvió indeleble en el alma popular del club.
Corría el año 1988 cuando Jozić aterrizó en Chile para hacerse cargo del fútbol formativo de Colo Colo.
Con una mirada meticulosa y una pasión inquebrantable por el juego colectivo, comenzó a construir en silencio una revolución.
A los pocos años y tras la salida de Arturo Salah, el destino le puso al mando del primer equipo, y con un estilo táctico moderno, audaz y ofensivo, transformó al conjunto albo en una verdadera máquina de competir.
El 5 de junio de 1991, bajo su dirección, Colo Colo tocó el cielo con las manos.
El Cacique venció a Olimpia de Paraguay y se coronó campeón de la Copa Libertadores, un logro inédito para el club y también para el fútbol chileno. Nunca antes un equipo nacional había levantado el trofeo continental, y nunca un entrenador no sudamericano había dirigido a un campeón de América. Jozić rompió todas las barreras.
Ese título no fue solo una copa. Fue un símbolo. Un gesto de dignidad futbolística en medio de una época convulsa para el país.
Dicho triunfo unió a generaciones enteras y convirtió a jugadores como Daniel Morón, Lizardo Garrido, Jaime Pizarro, Marcelo Barticciotto y Leonel Herrera en leyendas eternas. Pero sobre todo, fue el legado de un croata silencioso, que con humildad y trabajo honesto, se ganó un lugar sagrado en la historia de Chile.
Jozić también dejó una enseñanza profunda: que la disciplina, el conocimiento y la confianza en el talento joven pueden transformar realidades. Que el fútbol es más que ganar; es construir, es formar, es dejar algo más allá del resultado. Y él lo hizo.
No solo por los títulos —Libertadores, Recopa y Copa Interamericana—, sino por su influencia en una generación entera de futbolistas y entrenadores.
Hoy, mientras Colo Colo celebra su centenario, el nombre de Mirko Jozić sigue siendo pronunciado con respeto, admiración y una profunda gratitud.
En cada trofeo, en cada camiseta, en cada bandera que se alza en el Monumental, su legado está vivo. Porque Jozić no solo dirigió a Colo Colo. Lo soñó, lo moldeó y lo llevó a lo más alto. Porque Mirko no fue solo un entrenador: fue el arquitecto de la gloria alba.
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