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Esta madrugada, Stephen Paddock, un jubilado aficionado a las apuestas, subió al piso 32 de un hotel de Las Vegas y desde ahí comenzó a disparar contra una multitud reunida en un concierto de música country.

Mató a 59 personas, en la peor masacre de las muchas perpetradas por tiradores solitarios en Estados Unidos. Una agencia de Estado Islámico reivindicó el ataque, pero tanto las autoridades como familiares del victimario descartaron vínculos extremistas, o motivos políticos o religiosos.

Estados Unidos no es el único país en que hay personas perturbadas o violentas. Pero sí es uno de los pocos en que cualquiera puede acceder libremente a armamento de guerra, como los diez fusiles de asalto con que Paddock perpetró su masacre.

En ese país, hay un arma por habitante, y cada día mueren 93 personas por disparos. En Chile en cambio hay un arma cada 20 personas, y la tasa de homicidios por arma de fuego es 27 veces menor a la estadounidense.

Pese a esto, hoy, el candidato presidencial José Antonio Kast propuso el porte de armas de fuego como una medida para combatir la delincuencia y los atentados.

Más armas, son más peligro, no más seguridad. Una realidad que algunos grupos ideologizados y el lobby de las armas intentan negar, pero que la masacre de Las Vegas confirmó hoy ante los ojos horrorizados del mundo.

 

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