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El autor, crítico literario, pensador y disidente chino, Liu Xiaobo, falleció en el Ayuntamiento de Shenyang a los 61 años afectado por un cáncer de hígado.

Fue reconocido con el premio Nobel de la Paz por ser considerado  como el disidente que reclamó más alto y claro que nadie la democracia para China.

Liu cumplía 11 años de prisión por “subversión” y  disidentes y defensores de los derechos humanos  especulan que hubo negligencia voluntaria para deshacerse del hombre que en su juicio en 2009 declaró “no tengo enemigos ni odio”, pero al que Pekín consideraba su principal enemigo político interno.

Su figura es considerada a la altura de Dalai Lama o la birmana Aung San Sun Kyi en sus años de arresto domiciliario.

Liu Xiaobo fue trasladado hasta el hospital universitario número uno de Shenyang cuando se le descubrió el cáncer, el pasado 23 de mayo.

Su familia insistió siempre en que Liu quería recibir tratamiento en el extranjero, lo que Pekín rechazó tajantemente.

Sus últimos días estuvieron marcados por la polémica en China y el mundo que solicitaban su liberación acorde a su gravedad. Incluso desde Alemania, su canciller Ángela Merkel, imploró “un gesto de humildad” para liberarlo.

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