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Lentamente en las últimas semanas la DC pasó a la ofensiva en la discusión presidencial del oficialismo. Y la apuesta de la directiva de llegar a la primera vuelta ahora fue doblada con un duro ultimátum: si no hay acuerdo parlamentario, no está garantizado el apoyo en el balotaje, dejando la presión en sus socios de la Nueva Mayoría a sabiendas de que los votos de su electorado son claves.

Y si hace algunos días el Partido Radical le advertía, folclóricamente, que debía escoger entre “chicha o chancho”, ahora los llamados son distintos, a desdramatizar lo que ya parece una fallida primaria. Incluso el Partido Comunista le ha bajado el perfil a esa instancia.

Así, la Junta Nacional de la falange zanjará el tema con cierta ventaja para su directiva. Presionada por su candidata y sus parlamentarios, la opción de saltarse las primarias parece avanzada.

Y aún cuando es legítimo que la dirección busque sacar máximo provecho electoral, algunos advierten de un posible quiebre interno profundo. Y la pregunta que queda es qué tipo de partido saldrá de esa instancia. Porque eso no solo se define en función de tener o no un candidato en primera vuelta. Su identidad también quedará perfilada en cuanto sea capaz de una construcción de un proyecto colectivo, un jugador de equipo, que ratifique su posición como actor de una alianza de centro izquierda.

Y no como un partido que se aisla en momentos en que la pista se pone cuesta  arriba. Todo eso sin contar que a estas alturas, con tantas idas y vueltas, la confianza de la ciudadanía en el sistema político vuelve a quedar en segundo plano, con unas primarias que a estas alturas, lejos de ser un gancho de legitimidad, son apenas un incómodo detalle entre tanto ajedrez.

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