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Murió Fidel Castro y sabemos que es noticia e historia. Pero también sabemos que hay pocos personajes que despierten sentimientos tan encontrados como el líder cubano. Y como tantas veces antes, vemos que, frente a figuras con una carga ideológica tan definida, es la cercanía o lejanía de su postura la que marca la evaluación que otros tienen. Ceguera ideológica.

Así, los mismos que fueron incapaces de levantar la voz contra Augusto Pinochet o que derechamente fueron entusiastas partidarios, hoy sí critican a Fidel Castro. Y desde la vereda de enfrente, quienes con razón sostuvieron que los avances económicos de Pinochet no podían justificar la dictadura ni matizar su condena.

Ahora argumentan que Castro llevó la salud y la educación a niveles ejemplares y que esos también son derechos humanos que el capitalismo no respeta. Siempre es así. Unos no vieron los crímenes de la Alemania Oriental, otros envían saludos a Corea del Norte por la muerte de Kim Jong Il.

Muchos más y de todos los sectores, reciben felices al líder de la China de partido único. Ideología o negocio. Las dos razones más comunes para olvidar que los DDHH se defienden siempre en todo momento y lugar. Y en eso, no podemos ser neutrales.

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